***
Todo
era muerte, silencio y desolación, las miradas tristes abarcaban todo el
paisaje, la noche y las velas petrificaban para siempre ese dolor. El espanto
recorría sus venas y las palabras se sofocaban por el sollozo consumido por el
tiempo.
*
Tanto recordar se volvió olvido, tanto
amor y se volvió suspiro.
*
Los pasos recorrían una y otra vez ese
pasillo queriendo atrapar cada pensamiento, cada imagen difuminada en el pasado,
todo era inútil, y los pasos se volvían más lentos.
La miraban de reojo, con angustia,
ellas no podían detener la tragedia que la consumía, sabían que para ella eran
sombras entrecortadas de las paredes mudas. Paredes que en otros tiempos fueron
refugio para unos besos acorralados llenos de pasión, ellas vieron como se
consumieron esos cuerpos en el deseo, ellas presenciaron el arrebato de las
caricias, y ahora, sólo ellas ven como ella recorre en silencio tanto recuerdo.
Se dice que se quedó con las manos vacías del viento, que cuando él partió, se
llevó su sonrisa y su mirada. Sólo se cuenta que la casa tuvo un hechizo de
amor, una flama de muchos meses que contenían todos sus calores, pero la flama
tenía un tiempo, nadie lo creyó cuando llegó el momento. Sólo ella se detuvo a
contar las noches en sus sueños, "ciento sesenta y cuatro", murmuraba y todavía
tenía el deseo en el recuerdo. ¿Cómo pudo tenerlo? ¿Sí pasó quinientas treinta
noches sumergida en la confusión de los encuentros? Ella sólo se acordó un día
que ese amor le dio tanto y le quitó mucho a su ser, que se fue desmoronando con
los reproches, que la esperanza de un amor contemplado se fue marchitando en el
alma, y un día, amaneció sin su querer.
*
Dijeron que le encontraron una carta de
amor.
Murmuraron que él lo adivinó.
Él no la había escrito.
Ella reclamó.
*
A partir de ese momento todo cambio, el
paisaje y las estrellas, su mirada era pura tristeza.
Cuando habían transcurrido doscientos
veintiseis días, ella supo que él tenía otro amor, y ella supo entonces que
empezaría a morir.
*
Ella descaminó el camino para
encontrarse en el espejo, busco en él sus sueños de enamoramiento y se sentó a
esperar el viento.
*
Han pasado trescientos dos días y ella
se murió.
*
Las paredes se quedaron con su historia
y su melancolía, ellas saben como quiso olvidar ella esos besos, ellas la vieron
llorar de rabia y con tanto frío por dentro, ellas no pueden contar su historia,
ellas no pueden decirle a él lo que perdió con una carta que le llegó a las
manos por equivocación, una carta que la condenó, una carta que describía un
encuentro amoroso, una carta llena de pasión, una carta de otros personajes, una
carta de otra historia, una carta con otros dueños. Con esa carta ella perdió el
camino que la regresaría a él. Y a pesar de todo ella lo recordó hasta el final,
hasta el último silencio, que le recordó su nombre.
Ella en el último momento se acordó de
su voz y ahí se olvido de vivir, se entregaba al vacío, no quiso pronunciar su
nombre.
Todo el olor de las velas confundían al
dolor del sufrimiento, la noche tenía otro sabor.
Las paredes contemplaban el duelo. En el
velorio sólo hablaban del amor de ella, murmuraban como un hechizo había acabado
con ella.
*
Ella que tenía tantos sueños.
Ella que vivía en el ideal amoroso.
Ella no encontró los besos.
Ella que se extasiaba con el amanecer y
que se dejaba llenar de ilusión con cada luna llena,
todo fue creer que el viento le debía
algo,
pero el viento
se llevó sus recuerdos y ella se murió de sentimiento.
*
Dijeron que una mañana la encontraron
frente al espejo y que se fue deslizando a través de él, no pudieron detenerla,
ella atravesó la puerta del tiempo.
Nadie se atrevió a pensar nada, sólo
dijeron que había muerto.
Compraron un ataúd, que ahora velan en
silencio, saben que está lleno de pedazos de espejo.
Y el espanto les hiela el cuerpo,
lloran por ellos, no pudieron hacerla olvidar la historia del hechizo, la
historia de la carta, la historia de la ausencia. Sólo dejaron que partiera a
través del espejo al mundo del ensueño.
*
Recuerdan que en ese momento que
cruzaba el espejo, el viento apareció, recorriendo ese pasillo lleno de pasos
cansados, lleno de ansias. Las paredes sintieron esa furia, esa desesperación. Y
vieron como el viento se llevó todos los recuerdos y arrasó con el espejo,
convirtiéndolo en pedazos que quedaron regados por todas partes de la casa.
*
Cada uno recogió un pedazo y al hacerlo
la sintieron a ella, de nuevo. Cuando pusieron todos los pedazos en la caja, ella
volvió a aparecer, dormía el sueño de la muerte.
*
Ahora todos callaban, ya no entendían
nada de esta historia.
Sólo escucharon los pasos de ella,
recorriendo otra vez el pasillo.
*
Y sus miradas compartían el
espanto.
Ella no podría descansar nunca, siempre
buscaría su ideal amoroso.
*
Las paredes sentían su
ansiedad.
Entre el pasillo y la sala, donde la
velaban, se volvió a escuchar al viento.
Ella la enamorada del amor, dejó
escapar su último suspiro.
Las velas se apagaron y los pasos ya no
se escucharon.
Ellos ahora solo recuerdan la historia
de los "setecientos treinta días" de ella, que quería desesperadamente atrapar
el amor... pero este amor, sólo tenía un nombre...
*
Y el viento apareció de nuevo,
sin poder escuchar el nombre,
sólo se oía la fuerza del viento.
***
"Amor" - Violeta Parra
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